jueves, mayo 17, 2007

MAQUILADORAS RECIBIRÁN CURSOS DE EQUIDAD



El Diario de Juárez publica hoy una nota muy positiva para las trabajadoras de la maquiladora: La presidenta de la AMAC (Asociación de Maquiladoras A.C., Sandra montijo Dubrule y la directora interina del Instituto Chihuahuense de la Mujer, María Isela Lozoya Velo firmaron un convenio de colaboración para impartir cursos de cultura sobre equidad, género, salud, educación, violencia familiar, autoestima, nutrición y desarrollo humano a obreras de la maquiladora. De acuerdo con la nota, estos cursos tienen como objetivo “promover un adecuado conocimiento sobre equidad y género, y además ordenamiento en la materia” “… divulgar y aumentar el conocimiento de las mujeres del sector maquilador, de acuerdo a un calendario anual e actividades establecido por ambas instituciones”.

Aplaudo a Sandra Montijo esta iniciativa que está alineada con los objetivos que se trazó cuando fue elegida como presidenta. Creo que es la primera vez que la AMAC arranca un proyecto de esta naturaleza.

¿Pero qué es la Equidad de Género? No vendría mal repasar la definición de Equidad de Género según la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal:

¿Qué es la equidad de género?

Dar a cada quien lo que le pertenece, reconociendo las condiciones o características específicas de cada persona o grupo humano (sexo, género, clase, religión, etnia y edad). Reconocer la diversidad sin que ésta signifique razón para la discriminación. La equidad se sitúa en el marco de la igualdad, abandera el tratamiento diferencial de grupos para finalizar con la desigualdad.

Es un instrumento para acercarse a mirar la realidad, poniendo en cuestión las relaciones de poder que se establecen entre varones y mujeres y en las relaciones sociales en gene. Es un marco conceptual, una metodología de interpretación y un instrumento crítico de análisis que

* orienta las decisiones,

* amplía y cambia la mirada,

* permite reconstruir conceptos, analizar actitudes para identificar los sesgos y los condicionamientos de género y encarar, luego, mediante el diálogo, su revisión y modificación.

Me parece entonces que estos cursos y seminarios deberían estar orientados por igual a las mujeres y a los hombres, que han sido víctimas y victimarios de esta mal de “falta de equidad”; a los representantes de los patrones, quienes a través de sus reclutadores de personal, violan continuamente los derechos de equidad al imponer restricciones de todo tipo durante la contratación (edad, sexo, apariencia, embarazo); al personal encargado de administrar personal (supervisores y gerentes), quienes muchas veces dan un trato laboral distinto a sus trabajadores por razones diversas, etc.

Conclusión: El conocimiento que puedan recibir las obreras sobre sus derechos no garantizará que los obtengan, si quienes se aseguran de que éstos sean llevados a la práctica los ignoran. Mientras que no se incluya a toda la estructura organizacional del sector maquilador, no se podrá construir una cultura de respeto, tolerancia y no discriminación. Ojalá que haya una continuidad de este proyecto en este sentido.

miércoles, mayo 16, 2007

LAS RATAS DE LA CALLE BABÍCORA

Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en la calle Babícora, son las ratas que salieron de la alcantarilla cierto año que llovió mucho. Eso, y las densas nubes de polvo que se levantaban del suelo por la falta de asfalto, cada vez que pasaban los carros. Las promesas del ayuntamiento para asfaltar la calle se renovaban cada época de elecciones, y hasta enviaban a los topógrafos y a las máquinas emparejadoras, pero inexplicablemente los trabajos se suspendían una vez elegido el alcalde. No importa cuánto se limpiara, lo seco del suelo hacía que la tierra se desprendiera como un talco fino que mantenía todas las cosas dentro de las casas cubiertas siempre por una delgada capa de tierra.

La parte superior de la alcantarilla en mitad de la calle, se elevaba grotescamente casi un metro encima de su nivel por los deslaves que el paso del agua dejaba en época de lluvias.

Los muchachos del barrio, recién terminaban la primaria, o si acaso un año o dos de secundaria, dejaban de ir a la escuela. Unos, hijos de madres solteras demasiado ocupadas en sus trabajos para vigilar su educación, por encontrar mayor deleite en la vagancia; otros, porque en algo tenían que trabajar para ayudar con el gasto familiar. Albañiles, vendedores de verduras, pintores de “brocha gorda”, ayudantes de mecánicos, eran algunos de los oficios que realizaban. Por las tardes, cuando ya habían vuelto de sus trabajos, muchos se juntaban en la esquina de la vecindad de Doña Anita, donde yo vivía. Un conjunto de diez departamentos de una sola planta unidos por un patio común, donde estaban los baños, los lavaderos de ropa y los tendederos. Se compraban una caguama, que metían en una bolsa de papel para ocultarla mientras se la pasaban uno a otro para tomarla a “pico de botella”, y hablaban de lo poco que pagaban en el trabajo, de lo dura que estaba la vida, de sus planes para irse al otro lado, mientras miraban pasar a las muchachas. Un litro de cerveza entre varios no duraba mucho. Si era de día de pago, compraban más y entonces la plática se alargaba hasta que oscurecía. La calle era preferible a estar en las casas, demasiado pequeñas y con demasiados ocupantes.

El verano echaba a la gente de las casas de la vecindad. Cualquier lugar era mejor que esas minúsculas celdas de dos habitaciones sin aire acondicionado. Por las tardes, una sinfonía de tonos naranjas y rojizos, como los de un fuego que se muere y que alguien ha olvidado atizar, dibujaban en el horizonte cada día un paisaje diferente, en competencia con el del día anterior. A esa hora, las señoras sacaban el televisor a la banqueta, que colocaban en una silla, para ver la telenovela de moda con las vecinas y de cuando en cuando, para matar el aburrimiento, organizaban también juegos de lotería en los frentes de sus casas. Entonces sacaban una mesa, una extensión eléctrica con un foco, que colgaban de un clavo en lo alto de una pared y cada quien se traía su silla de su casa. Mejor se estaba en la acera recibiendo adventicias brisas refrescantes que dentro, soportando el sofoco.

Mientras, los niños jugaban al fútbol en las polvorientas calles. Cuando pasaban los carros, paraban el juego y se hacían a un lado; esperaban un poco a que se disipara la polvareda y luego, ponían la pelota justo donde estaba antes de la interrupción y reanudaban el juego. Terminaban sudorosos, con los zapatos y piernas cubiertos de tierra seca, blanquecina. La tierra pegada a la frente, les escurría con el sudor dejándoles la cara chorreada de mugre. Cuando se acercaban a jugar a la lotería, todavía jadeantes de tanto correr, desprendían un tufo a sudor húmedo y caliente.

Había pocas cosas que alteraban el ritmo de vida del barrio. A veces, si los atrapaban bebiendo en la calle, las redadas de la policía se llevaban a los muchachos. Las madres entonces lloraban y se quejaban de que los muchachos no habían hecho nada. De vez en cuando, los fines de semana, algún inquilino alcoholizado la emprendía a golpes contra su esposa y todos los vecinos se enteraban de los dimes y diretes que se lanzaban a gritos, pues todo se escuchaba en la vecindad. Nadie intervenía porque al pasar los días, la señora con los ojos morados y el hombre con cara de estar aun recuperándose de la resaca, andaban muy sonrientes y cariñosos como si no hubiera pasado nada.

Lo más llamativo en varios años fueron aquellos titulares en los diarios: Cargamento de drogas sintéticas robado en las narices de la policía. Buscan responsables en la calle Babícora. Entonces arreciaron las redadas y los muchachos dejaron de juntarse un tiempo en la esquina para tomarse sus cervezas. Nadie supo si el cargamento fue encontrado y las noticias ya no volvieron a recordar el asunto.

En la época de lluvias, por allá por el mes de Julio, la calle Babícora, ancha como una avenida, se convertía en un arroyo incontenible. Como estaba en pendiente y tenía su origen en uno de los cerros cercanos, la corriente era tan fuerte que era peligroso querer cruzarla si había llovido mucho. Los niños nos acercábamos con cierta emoción por el peligro, fascinados por ese torrente chocolatoso que arrastraba al pasar perros muertos, muebles, llantas y toda clase de basura. Por diversión y sin medir el peligro, algunos niños se agarraban de las manos para formar una cadena y pasar incólumes al otro lado. No faltaba alguno que otro que tropezara y se diera un buen susto, o que se hiciera una cortada en un pie con algún trozo de vidrio. Alrededor de la alcantarilla, el agua borboteaba con mayor violencia.

En cierta ocasión, las lluvias fueron más intensas de lo normal y el agua rebasó el sistema de drenaje al grado que las alimañas que vivían en el albañal tuvieron que salir a la superficie. Pronto una invasión de ratas gigantes infestó el barrio. Atraídas por el calor y los desperdicios de comida descompuesta en la vecindad, que estaba a pocos metros de la alcantarilla, empezaron a merodear por las casas. Quienes las habían visto, aseguraban que tenían el tamaño de un gato grande. Otros dijeron que hasta el de un perro. Todos estábamos temerosos, pues había rumores de que en un barrio cercano, una madre había encontrado a su niño muerto al amanecer. Por la noche, una, o varias ratas hambrientas lo usaron como alimento mientras dormía, decían.

La gente hablaba de que una mordida por leve que fuera, podía transmitir la rabia. El miedo colectivo era evidente.

Una noche calurosísima, rato después de apagar las luces y cuando intentaba dormir sin conseguirlo, escuché ruidos extraños en la casa. Al principio, decidí no poner atención pero en cuanto recordé todas las historias que la invasión de ratas estaba provocando en el barrio, me incorporé presurosa temiendo que fueran a atacarme. Mis hermanos y mi madre ya estaban dormidos. Concentré toda mi atención en los ruidos para escuchar de dónde provenían y entonces me di cuenta de que una espantosa rata estaba intentando entrar por la ventana, pero quedó atrapada entre las barras de la reja metálica y el vidrio, por lo que no podía salir ni entrar. Pegaba chillidos de desesperación y arañaba el vidrio con sus garras buscando una salida. Espantada, observé cómo su silueta se perfilaba en la ventana al darle la luz del foco exterior. ¡Era enorme! Mayor que el gato más grande de la vecindad. El pelambre grueso y brillante la hacía más repulsiva todavía. Presa de pánico, empecé a gritar con todas mis fuerzas y pronto, todos despertaron y también gritaban. Mi madre, corría de un lado a otro sin saber qué hacer y gritaba también. Encendió la luz. Finalmente, los muchachos que se juntaban en la esquina, que todavía estarían tomando cerveza, se dieron cuenta del escándalo y se acercaron a la ventana.

¡Pronto, traigan algo para matarla! Gritó uno de ellos cuando vio la rata gigante.

Alguien trajo una punta filosa y larga y se la enterró varias veces en el cuerpo duro y redondo. Un chorro de sangre saltó y manchó los vidrios, pero la rata seguía viva. Fue necesario que la punta se clavara muchas veces más para que muriera. Para entonces, un grupo numeroso de gente estaba ya junto a nuestra ventana.

Siguió lloviendo. La fuerza del arroyo era tanta, que ya nadie se atrevía a meterse o a cruzarlo. Era probable que ya todas las ratas hubieran salido a la superficie al inundarse todos los conductos que llevaban al albañal. Estarían hambrientas y buscarían alimento en la basura, en las casas. Y se comerían todo lo que encontraran a su paso.

Los muchachos se dedicaron a exterminar a las ratas cuando terminó de llover pero el cambio de dieta les gustó y siguieron apareciendo de vez en cuando aun cuando los canales de drenaje ya no estaban anegados. Quienes las habían visto, juraban que algo extraño estaba afectándolas, pues su tamaño y agresividad eran inusuales.

Con el tiempo nos fuimos todos olvidando de las ratas

Fue el verano siguiente cuando la desaparición de algunos perros de la vecindad desasosegó de nuevo a los inquilinos. Uno de ellos, un perro viejo y muy querido por su dueña, dejó un rastro de sangre desde la casa hasta la alcantarilla. Nadie encontró su cuerpo. La gente culpaba a los muchachos de la esquina. Demasiado alcohol mueve a hacer maldades, decían. Creyendo que lo habían matado por diversión y tirado dentro de la alcantarilla, alguien bajó a buscarlo, pero no halló nada. Pero cuando Fernando, uno de los muchachos que se quedaba hasta entrada la noche bebiendo solo en la esquina, desapareció, el pánico se propagó rápidamente. Sus compañeros de parranda decían que ya tenía tiempo pensando en largarse a Estados Unidos, que con lo que ganaba aquí siempre sería un miserable, así que a pesar del miedo, la gente prefirió pensar que decidió partir sin despedirse.


Las ratas salieron de madrugada aprovechando el silencio nocturno. El alimento que encontraban en los canales de desagüe ya no era suficiente para su tamaño. Treparon por la vecindad y entraron al patio para buscar desperdicios. El ruido que hicieron al tumbar las tinas de lavar y los botes de basura despertaron a todos los vecinos. Cuando encendimos la luz del patio, llenaron el ambiente de pífanos sonidos nerviosos. Yo me asomé por la ventana de la cocina que daba al patio y con terror, vi que eran tan grandes como un hombre. ¡Estaban por todas partes e intentaban entrar enloquecidas al descubrir los olores humanos! Los pelajes y los bigotes hirsutos fosforecían como si fueran de un metal raro bajo la luz del foco, y los ojillos más negros que la noche, se movían con gran rapidez hacia un lado y otro buscando atacar alguna presa. Un vecino envalentonado salió al patio a hacerles frente con su pistola, pero no alcanzó a dispararla. Las ratas, que no eran menos de veinte, se le echaron encima con apetito furioso y lo despanzurraron en un momento. Entonces todo fueron gritos y pavor. Todos cerraron las puertas y las ventanas que daban al patio de la vecindad y colocaron muebles para evitar que entraran mientras alguien llamó a la policía y la ambulancia y cuando llegaron, nos ordenaron salir por puerta que daba a la Babícora. Un equipo de rescate armado rodeó la alcantarilla e iniciaron una serie de maniobras. La policía nos llevó a un refugio provisional mientras exterminaban las espantosas ratas mutantes.

lunes, mayo 14, 2007

MUERE TRABAJADOR DE MAQUILA EN ACCIDENTE


Headquartered in Red Bank, NJ, Ansell Healthcare is the world's largest manufacturer of protective gloves and clothing, providing leadership in the areas of development, design, manufacturing and marketing. Ansell has led the personal protective equipment industry with "Ideas that Fit™" for more than 100 years. Our comprehensive safety solutions and product innovations have helped manufacturers across a wide range of industries reduce worker injuries and boost productivity.

Con esta declaración, abre el sitio web de la empresa Ansell.

El sábado 12 de Mayo apareció en el Diario de Cd. Juárez la noticia de una espantosa tragedia. El técnico de mantenimiento Héctor Joel Pérez Helguera, con siete años de antigüedad en la maquiladora Ansell- Edmont y de 42 años de edad, murió como resultado de las heridas producidas que le ocasionó una máquina robotizada que intentaba reparar. La nota indica que la máquina lo golpeó en la cara y pecho tan fuerte que le fracturó todas las costillas, colapsó y desgarró sus pulmones, hígado, corazón y otros órganos. Murió no mucho después de llegar al hospital por un shock hipovolémico. Los directivos de la empresa declararon que realizarían una profunda investigación del accidente a la vez que expresaron sus condolencias a la familia del trabajador, quien deja a su esposa Alejandra Ramírez de Pérez y dos hijos, Itzel y Abraham de 13 y 14 años respectivamente.

Es probable que nunca lleguemos a saber si la muerte de Joel se debió a una imprudencia de su parte, como por ejemplo una falta de seguimiento a los procedimientos de operación de la máquina, o a una falla grave en los sistemas de seguridad de Ansell-Edmont. Sin embargo, sería aconsejable que la empresa informara a la opinión pública sobre los resultados de su investigación del accidente. La comunidad de Cd. Juárez está compuesta en gran parte por trabajadores de empresas maquiladoras y es responsabilidad de éstas ofrecer ambientes seguros que eviten accidentes laborales. Cuando alguien muere como resultado de una práctica insegura, lo menos que esperaríamos es que los demás trabajadores de la empresa involucrada realicen su trabajo con la confianza de que no tendrán un accidente que ponga en riesgo sus vidas. Y el personal de las casi 250 plantas industriales de la ciudad, tendría la certeza de que las maquiladoras y los organismos gubernamentales que vigilan la observancia de las leyes en materia de seguridad, valoran la vida de los trabajadores mexicanos por encima de las utilidades y los trámites burocráticos.

Las preguntas específicas que quedan en el aire son: ¿Tenía la máquina una guarda al momento de operarla Joel? ¿Tiene Ansell-Edmont un Programa Lock-Out/Tag Out que garantiza el corte de energía y la colocación de candados antes de cualquier reparación? ¿Por qué no funcionó? ¿Realizaba la Comisión de Seguridad e Higiene auditorías efectivas al programa? Si la causa fue que Joel no siguió los procedimientos, ¿qué medidas implantará Ansell para que una máquina tan peligrosa desconecte su energía automáticamente cuando alguien intente repararla?

Sería paradójico que la seguridad en la empresa más grande del mundo que se dedica a la fabricación de guantes y vestimentas de protección sea tan poco estricta en sus medidas internas. Ha muerto un trabajador, eso es muy grave. Señores, Juárez espera sus respuestas.

Mi sentido pésame a la familia de Héctor Joel Pérez Helguera.

lunes, mayo 07, 2007

SUPER MAQUILA FRACASA

Sentada ante su escritorio, Super Maquila lee un montón de papeles. Desde su primer día como la heroína de los trabajadores, varios de ellos se acercaron y le entregaron notas escritas a mano, donde garrapatearon con rapidez sus quejas. Otros, escribieron un número telefónico. “Llámame”, decían.

- Lo que ocurre en esta empresa es grave, reflexiona. Este patrón se burla de los derechos de los trabajadores. ¿Pero cómo es posible que ellos no digan nada? Es absurdo. A veces creo que se merecen lo que les pasa. ¡No se puede ser tan ingenuo!

Se trataba de una empresa pequeña. Pero en cuestión de respeto a los derechos obreros, el tamaño no importa. Todo negocio debe acatar la Ley Federal del Trabajo. En el caso de Pantalones Perfect Shape, el patrón contrataba a los trabajadores de palabra. Es decir, no existían, por lo que la empresa no estaba obligada a cumplir con los compromisos usuales. Cerca de cien obreros engañados, creyeron en la palabra de Tomás Meraz cuando les dijo que les pagaría el doble del salario mínimo vigente, siempre y cuando cumplieran con los estándares de producción y calidad y no tuvieran faltas. Uno a uno fueron cayendo en la trampa. Cuando ya tenían dos o tres meses laborando, conocieron las verdaderas intenciones de Tomás.

Cuando Super Maquila llamó a Federico, uno de los trabajadores, le contó la conversación que tuvo con su jefe no hacía mucho.

- Pasa Federico y siéntate. Seré breve. Sólo quería decirte que como llevas tres retardos en la semana, te descontaré cien pesos. ¡Además, mira qué pinta llevas! Por usar pantalones de cholo también te voy a rebajar otros cien pesos. Esta es una empresa de prestigio, y hay que mantener una buena imagen.

- Pues es que me hubiera dicho eso cuando empecé a trabajar. No sabía que tenía que vestir de cierta manera. Y en cuanto a los retardos, no fueron más de diez minutos y luego los repuse al terminar el turno.

- Bueno, pues ya lo sabes. Si no quieres que se te descuente lana, llega temprano y ¡vístete decentemente, hombre!

- Creo que se me empieza a llenar el hígado de piedritas, refunfuña Super Maquila. Vamos a ver esta nota de Martha Luz Loera.

- ”Super Maquila, soy la secretaria de Pantalones Super Shape. Tomás Meraz nos obliga a quedarnos hasta muy tarde. No nos paga tiempo extra y nos rebaja dinero por cualquier cosa. El otro día me dijo que me descontaría cien pesos por usar pantalón de mezclilla – él quiere que use falda siempre –, otros cien por una falta que tuve, y doscientos por no venir el sábado. ¡No es justo, casi no me quedó nada! Ayúdanos, por favor”

- ¡Esto es el colmo! ¿Qué clase de fulano es éste? En qué colonia sub-sahariana piensa que contrató a estas gentes. Si no les paga el salario que prometió, mucho menos Seguro Social, utilidades, aguinaldo, vacaciones, incapacidades. ¡Es hora de que Super Maquila vaya a poner en alto el nombre de la justicia!

Cuando llega a Pantalones Super Shape, entra como bólido a la oficina de Tomás Meraz y da un portazo.

- ¿Super Maquila?

- ¡Ajá! Veo que me reconoces, granuja. Y tú debes ser…¡no me lo digas! ¿Pedazo de Zoquete? ¿Gusano inmundo? En fin, qué más da. Perdona que omita darte la mano, es que odio la hipocresía. Quería decirte que con tus trampas te has puesto la soga al cuello tú solito.

- ¿De qué estás hablando luchadora de pacotilla?

- Mira, Tomás, no finjas demencia ni te hagas el occiso. Conozco tus métodos de contratación y pago de salarios. ¿Crees que te harás millonario escabulléndote de tus obligaciones patronales? ¡Escamoteas los ya de por sí miserables salarios de tu gente! ¿Cómo esperas que sobrevivan?

- Lárgate de aquí, ridícula. ¡No puedes hacer nada contra mí! No tienes pruebas.

- Por lo pronto puedo hacer algo que te va a doler mucha sabandija.

Super Maquila practica con Tomás su repertorio de artes marciales coreanas durante un buen rato, sin que éste pueda ni reaccionar. Potentes puñetazos y patadas lo dejan maltrecho sobre el suelo de la oficina lleno de papeles.

Antes de irse, Super Maquila se inclina para asegurarse de que Tomás la escucha a pesar de estar casi inconsciente.

- ¡Nos vemos en la Junta de Conciliación, rufián! ¡Tendrás que vender tus propiedades para poder pagar tus deudas a los obreros y quedarás en la ruina! ¡Así, igual como tienes a tus trabajadores!

Luego entra a la planta de producción donde ya la esperan los empleados, atraídos por el escándalo en la oficina.

- ¡Escuchen! Afuera tengo un autobús que los llevará a una fábrica decente. De las que se puede confiar en que pagará los salarios conforme a la ley. Y por favor ¡no vuelvan a trabajar sin un contrato de por medio, no hay que ser tan idiota! Antes llegaremos a la Junta de Conciliación a demandar al estafador Tomás Meraz ¡Vamos, síganme!

En la Junta de Conciliación y Arbitraje, Super Maquila y el grupo de obreros reciben una mala noticia. No se podrá demandar a Tomás Meraz y su empresa si no hay un contrato de por medio, ni comprobantes de pagos recibidos. No había manera de probar ninguna de sus chapuzas.

- ¡El muy canalla tenía razón! Dice Super Maquila. Cuando menos lo dejé mal herido. Muchachos. Lo siento. ¡Esto los enseñará a exigir que sus derechos sean respetados!

El grupo se marcha cabizbajo.

Después, en su oficina, Super Maquila se siente frustrada y triste por los resultados de ese día. Recordó una frase de Platón: La justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte. Había fracasado ese día.

jueves, mayo 03, 2007

SUPER MAQUILA



-Hay que ver lo maravilloso que es la calma que produce la ausencia de ruido de tráfico y el ajetreo de las gentes yendo y viniendo, piensa Super Maquila. Pero no durará mucho más. Dentro de pocos minutos centenas de miles de personas somnolientas, con aliento a café, iniciarán el día.

Esa mañana, Super Maquila hace un recorrido por las colonias más oscuras y pobres de Ciudad Juárez. Algunos trabajadores ya salen de sus casas y otros, esperan el primer autobús que los llevará al centro de la ciudad, o uno de los autobuses especiales contratados por las empresas para llevar a los trabajadores a sus centros de trabajo. Super Maquila recorre esas esquinas más peligrosas, con casas abandonadas o sin iluminación. Hay una parada de autobuses junto a un muro casi cubierto de graffiti reciente. El olor a pintura en aerosol lo delata. Si alguien fuera atacado mientras espera, nadie escucharía nada aunque quisieran, pues no hay ninguna casa habitada en cuando menos treinta metros a diestra y siniestra. Algunas de las casas no tienen puerta.

-Guarida perfecta de malandros, piensa Super Maquila. Hasta a mí me da miedo!

Se agazapa junto a la entrada sin puerta de uno de los escondrijos en espera de poder atrapar a algún asaltante de muchachas.

Una muchacha se acerca con su bata de trabajo en la mano. Se detiene en la parada. Es muy joven y parece nerviosa. Tal vez recién empieza a trabajar y tiene miedo de salir a esas horas. No deja de mirar hacia un lado y otro. De vez en cuando se vuelve hacia atrás, y a veces, estira el cuerpo y la cabeza hacia delante oteando el final de la calle, ansiosa de que pase de una vez su transporte. Inútilmente aprieta su pequeño bolso, igual que las niñas hacen con el osito que abrazan cuando temen a la oscuridad. Como Super Maquila lo intuía, un tipo sospechoso se acerca, salió de quién sabe dónde. Quiere dar la impresión de que esperará también el camión, pero tiene el aspecto de cualquier cosa menos de alguien que se apresta a ir al trabajo. Lleva las dos manos en el bolsillo. Se para junto a la chica sin darle ni los buenos días. La chica se retira un poco, pero el tipo se coloca detrás, la va cercando. Advirtiendo aviesas intenciones, empieza a caminar calle arriba con paso rápido. El tipo la sigue y saca de uno de los bolsillos algo parecido a una punta con filo. Super Maquila no espera más. Sale de su escondite y alcanza al tipo.

-¡Quédate quieto güey!

La chica ahora corre. El malandro para en seco y voltea sorprendido.

- ¡Ah cabrón! Y ¿tú quién eres? ¿Es Día de Brujas?

-Soy Super Maquila, y tú debes ser Escoria Viviente ¿Me equivoco? ¡Suelta la pinche punta!

-¡Ah, sí, cómo no! Ahora verás que la guardo en tu…!

Una pertinente patada voladora que le tumba varios dientes, seguida de una serie de llaves de lucha libre al puro estilo del Santo y finalizando con expertos golpes kata, evita que el malandro termine la frase.

Cuando ve los estragos que causó en su rostro, se sorprende.

-¡Híjole! Creo que se me pasó un poco la mano, pero recibió su merecido por atacar jovencitas.

- Antes de irse para alcanzar a la aterrorizada chica, levanta al fulano por las greñas de la cabeza sanguinolenta .

- ¡Alégrate Escoria, vas a pasar a la historia como la primera víctima de Super Maquila! ¡Y no se te pase decirle a tus amiguchos que más vale que no se aparezcan por aquí, porque los dejaré más guapos que a ti!

Super Maquila alcanza a la chica y le dice que está a salvo.

- Y no te pares a esperar el autobús en esa esquina hasta que haya iluminación. Ahora voy a hablar con el alcalde para preguntarle qué rayos hace con nuestros impuestos. En un mes esta calle estará más iluminada que Las Vegas ¡ya lo verás!

-Gracias. ¿Pero tú quién eres y por qué llevas ese disfraz? ¿Estás loca acaso?

-Soy Super Maquila. Alguien que te aseguro que se preocupa por ti. Mi identidad no debe ser conocida o no podría hacer la labor que pienso realizar. De ahora en adelante, velaré por que se haga justicia a los trabajadores. Tengo que irme ahora. Hasta pronto.

-Hasta luego…Super Maquila…y gracias.

Más tarde, Super Maquila se entrevista con el alcalde.

-Vengo a exigir calles iluminadas y vigiladas por la policía en los horarios de mayor riesgo en las colonias de la periferia. Aquí tengo la lista completa de los barrios que están tan abandonados que parecen paisaje de película de Mad Max. No podemos permitir que las jóvenes expongan su vida de esa manera. Ya tenemos muchas muertas.

-¿Cómo entró aquí? Se trata de una broma ¿verdad? Ah, ya sé. ¡Cámara escondida! No, no. No me diga, es una fantasía, algún regalo cachondo por el día de mi santo ¡Claro! ¿Ahora va a hacer strip tease?

- ¡Cállese pendejo! Estoy hablando en serio. Soy Super Maquila. Lucho por que se haga justicia a los trabajadores de la maquila. ¡Los que pagan su salario! Le doy un mes para que se instale la iluminación. Mientras mande a sus policías a vigilar las colonias de la lista, en lugar de que hagan como que persiguen a los narcos. Digo, si no tienen miedo. De lo contrario, lo denunciaré en los foros internacionales y diré que usted prefiere gastar los recursos en super carreteras, como el llamado Camino Real, para beneficiar a los empresarios mientras tiene a la gente en la oscuridad. Tengo pruebas. Ahí le dejo la lista.

El alcalde, perplejo, no puede ni hablar.

Super Maquila sale de allí dispuesta a volver todas las veces que sea necesario. Con los políticos hay que tener mano dura, piensa. Este se va a hacer tarugo.

-El día avanza y Super Maquila aun tiene otras misiones que cumplir. Se enteró de que en una maquila el patrón es un mafioso y engaña a los trabajadores de nuevo ingreso haciéndolos firmar su contrato al mismo tiempo que su renuncia voluntaria. Entra a escondidas al centro de archivos de la empresa en busca de los documentos de renuncia para destruirlos, pero es sorprendida por el patrón.

-¿Qué hace usted aquí?

-Algo tú desconoces completamente, mafioso: ¡Justicia!

Abre los ojos desmesuradamente cuando ve el disfraz y la máscara de Super Maquila.

-¿Está usted loca? Vamos, fuera de aquí. ¿De cuál circo se escapó? ¡Voy a llamar a la policía inmediatamente!

-¡Soy Super Maquila, y tú y tu empresa son historia! ¡Vamos llámalos, aquí está el teléfono! Diles que obligas a renunciar a tus trabajadores antes de que empiecen a trabajar para poder deshacerte de ellos sin ninguna obligación. ¿O prefieres que se los diga yo? Así que será mejor que me digas donde guardas esos documentos para destruirlos o te las verás conmigo.

-¡Ja ja ja! No me haga reír.

Intenta agarrarla de un brazo para sacarla de allí, pero no sabe que Super Maquila ha entrenado con los mejores en varios países y sus golpes son demasiados peligrosos. Para en seco el golpe y atesta un puñetazo profundo en el vientre aguado del patrón.

-¿Con eso tienes o seguimos? No me quiero aburrir, pero si insistes… aquí tienes otro ¡gancho al hígado!

-¡Cof Cof! ¡Está bien, está bien! ¡Cof! Las renuncias están en esa gaveta azul. Toma la llave.

Después de destruirlos, Super Maquila se despide.

-Será mejor que “limpies” tu maquilita si no quieres pasar a la historia como el primer patrón de maquila en la frontera que va a la cárcel. Mañana mismo arregla todas tus tranzas o tendrás cientos de demandas en la Junta de Conciliación. Te tendré vigilado, no lo olvides.

Ella quisiera que el día tuviera más horas para velar por los intereses de esos miles que ni conocen sus derechos, que sobreviven apenas con los ridículos salarios mínimos. A pesar de estar cansada, le preocupa una empresa donde la mitad de los soldadores respiran el humo venenoso del plomo que despide la soldadura al derretirse con los cautines. Eso le molesta tanto que entra sin siquiera anunciarse directamente al piso de producción. Justo donde se encuentra la zona de los soldadores.

Cuando la ven, los trabajadores sonríen. Se preguntan si la presencia de esa mujer enmascarada y con capa es algún tipo de show que la empresa organizó. ¿Será por que cumplimos las metas de producción y calidad? Se preguntan algunos.

-¿A ver, quién es el gerente de producción aquí? Pregunta Super Maquila.

Un hombre de mediana edad con corbata se acerca.

-Dígame, señorita.

-Ahora mismo les pone a todas estas gentes con plomo en la sangre, extractores adecuados para que no sigan respirando esa marranada. !Tienen más metal en el cuerpo que Robo Cop! De lo contrario, dejarán de trabajar hasta que estén disponibles. ¿Sabe usted que los trabajadores tienen derecho a la seguridad?

-¿Pero, qué le pasa? ¡Creí que esto era una especie de broma!

-Yo no bromeo, señor. ¡Soy Super Maquila! Y su trabajo será historia por solapar a los dueños de esta empresa en sus graves faltas.

-¿Qué dice? Parar producción nos metería en serios problemas con los clientes ¡tendríamos pérdidas irrecuperables! ¡Que a nadie se le ocurra parar o los despediré al instante sin indemnización!

-¡Ah! ¿De manera que es más importante no perder clientes a que estos trabajadores mueran lentamente? ¿Es que no le importan? Muchachos, dejen de trabajar, el plomo se acumula en la sangre y les causará enfermedades y hasta la muerte.

Todos paran su trabajo de inmediato y se cruzan de brazos, mientras lanzan miradas acusatorias al gerente.

-¡Seguridad! ¡Seguridad! Grita el gerente ¡Por favor saquen a esta loca disfrazada de payaso! Los guardias acuden presurosos y tratan de sujetar a Super Maquila.

-¿Seguridad? ¿Es que tienen gente dedicada a la seguridad, de quién? ¡La seguridad como derecho de los trabajadores es algo que ustedes ignoran, idiotas!

Con una maroma y otras volteretas, Super Maquila escapa con facilidad de los guardias. Los trabajadores se colocan alrededor de ella para evitar que le hagan daño.

-Tienes razón, Super Maquila. No trabajaremos hasta que nos pongan los equipos extractores y denunciaremos esto a la Secretaría del Trabajo y ante quien sea necesario.

Los guardias hacen un último intento por detenerla.

-¡Hey! cuidado chicos. No quiero lastimarlos de veras. !Su entrenamiento no me llega ni a los talones!

-Y tú, gerentito, ya reporté tu empresa a las dependencias correspondientes. Será mejor que hagas una orden de compra urgente por extractores, y ya que estamos, revisa si tienes otras faltas de seguridad que pongan en riesgo a la gente que te mantiene. Mañana hay programada una inspección. Hasta pronto, muchachos. ¡Y no sean pendejos, hombre! Está bien que hay que ganarse el pan, pero no a costa de la vida.

-!Gracias Super Maquila! Dicen los soldadores mientras aplauden sus acciones.

Esa noche, Super Maquila hace un repaso de sus primeras misiones. Sabe que falta mucho por hacer. Pronto se correrá la voz de sus incursiones y tiene que estar preparada. Habrá miles de solicitudes de ayuda, pero…mañana será otro día para hacer justicia.